lunes, 14 de enero de 2013

Resumen: La leyanda del rey errante.


Todo el reino de Kinda tenían al príncipe Walid como el perfecto caballero. Gracias a sus conocimientos y a su labia había conseguido que el reino de Kinda fuera un lugar prospero y con armonía.
El príncipe era un poeta excelente, posiblemente el mejor del reino.
Un día fue a pedirle a su padre, el rey, que le dejase participar en el certamen de Ukaz. Su padre aceptó con una condición: sólo iría si oía de la boca de un jurado que él era el mejor poeta.
Entonces el príncipe Walid organizó un certamen en Kinda cuyo premio era una bolsa de oro.
El jurado estaría formado por cinco personas: uno venía de Siria, otro de Persia, otro de Palmira, otro de Egipto y el quinto era el poeta árabe al-Nabiga al-Dubyani.
Se presentaron muchos poetas y uno tras otro, los rawis, que son los que leen la obra del poeta para que el concurso sea más anónimo, iban recitando las casidas de sus maestros.
Al rato subió un niño, Amir ibn Hammad, a la tarima donde se estaban recitando las casidas y empezó a recitar.
La casida constaba de tres partes, cada una más hermosa que la anterior.
Luego le tocó el turno a Hakim, el rawi del príncipe.
Con éste, el certamen concluyó y los jueces se retiraron para deliberar.
Cuando volvieron dijeron que la casida ganadora había sido la recitada por Amir. El autor de la obra, Hammad ibn al-Haddad, subió al lugar donde se sentaba el rey para recoger su premio y luego se marchó.
El príncipe quedó frustrado y Hakim le aconsejó matar a Hammad pero Walid le dijo que quería vencerle antes, así que convocó otro certamen al año siguiente igual al anterior.
Otra vez volvió a perder y está vez le dijo a Hakim que averiguase donde vivía.
Mientras Hakim cumplía las ordenes, Walid fue a Hablar con al-Nabiga al-Dubyani . Este le dijo que en sus casidas faltaba corazón.
Cuando volvió Hakim, le dijo a Walid que vivían en el oasis de al-Lakik, que Hammad era tejedor de alfombras y que era pobre.
Al año siguiente, Walid organizó otro certamen, pero esta vez el premio no sólo era la bolsa de oro, sino también ser el historiador real.
El certamen se celebró y volvió a perder.
El príncipe le explicó a Hammad lo que era ser historiador real y el pobre hombre no se pudo negar por no ofender al rey.
El trabajo de historiador real consistía en organizar toda la historia que estaba escrita en papeles y revuelta por el suelo.
La familia de Hammad se trasladó al palacio, pero no soportaban ese ambiente, preferían vivir en el oasis, libres y el hombre les dijo que se marcharan y que él iría a visitarles.
Pasó el tiempo...
Un día, el príncipe entró en el cuarto donde trabajaba Hammad y, tras una charla, hicieron un trato: si Hammad ordenaba todo ese desastre y tejía una alfombra, sería libre.
Hammad se puso a trabajar como un loco. No salía de ese cuarto, apenas comía y ya no veía a su familia.
Al cabo de muchos años, Hammad logró ordenarlo todo, incluso actualizó algunos documentos y escribió la historia del rey actual, y tras una comprobación del príncipe, Hammad le recordó la alfombra que debía tejer para ser libre y Walid le dijo que quería una alfombra que contuviese la historia del mundo.
Hammad, desesperado, se intentó escapar pero luego regresó y empezó a tejer.
Estaba día y noche. Un día el príncipe le visitó y Hammad no dejó que viese su obra porque estaba incompleta.
Cada noche, Walid bajaba para verle tejer.
Una noche observó que tejía a oscuras y descubrió que se había quedado ciego.
Otra noche decidió bajar y darlo libertad pero le encontró yaciendo en el suelo. Se acercó a él y vio que estaba muerto pero había terminado la alfombra.
Se quedó mirándola un rato y comenzó a marearse. Creyó que esa alfombra no la debía ver nadie y la guardó en lugar seguro.
Al poco tiempo, el rey murió y Hakim, como quería el puesto de visir, se inventó historias sobre el actual visir para que fuera despedido. Pero en vez de eso, Walid desterró a Hakim.
Una noche entraron tres ladrones en el palacio y Walid intuyó que algo iba mal, entonces bajó a la cámara donde estaba la alfombra y vio a uno de sus guardias muerto. Entró en la cámara y pudo ver que se trataba de Hakim, Suaid y Masrur.
Los tres ladrones dejaron inconsciente a Walid y se llevaron la alfombra.
Cuando recobró el sentido, fue en busca de la alfombra y se adentró en el desierto con su caballo.
Tras varios días sin comida ni agua, Walid se desplomó en el suelo.
Al tiempo, se despertó y vio que estaba en una tienda. Salió de ella y vio a un hombre, se acercó a él y le preguntó por su nombre. Él le contestó que se llamaba Sayf. Walid dijo que se llamaba al-Malik al-Dillil, el Rey Errante.
Sayf era el vándalo más buscado y el más peligroso.